Un vaso de vino

¿Por qué? ¿Quién me manda? ¿Por qué hago cosas de las que sé que me voy a arrepentir? ¿Por qué? ¿Por qué estoy aquí?

Nos sentamos frente a frente. Ella se arregló el pelo y yo me la quedé mirando, su cabello, su cuello, los ojos se me fueron algo más abajo. Sonrió. Siempre sonríe. Yo me sonrojé. Creo que con ella siempre me sonrojo. Ella parecía estar nerviosa, claro que es normal que esté un poco nerviosa en una primera… ci… un primer encuentro. A mí los nervios me recorrían todo el cuerpo, si no, ¿cómo explicar mi genial idea de comerme una bolsa entera de patatas mientras la esperaba? Patatas con sabor a ajo. Sí, ajo. Esa brillante idea me obligó a correr a un quiosco a por chicle, así que cuando regresé a nuestro punto de encuentro, ella ya estaba ahí, y aún hoy sigue creyendo que ella llegó primero a esa ci… a ese encuentro. Sonrió al verme, y a mí se me olvidó el ajo.

-¿Te apetece un aperitivo?- ya que ella había escogido el restaurante, en la zona pija de Estocolmo… (empezamos mal), yo me sentí en la obligación de sugerir una copa de vino con el aperitivo, creía que era una buena forma de romper el hielo, pero me equivoqué. A ella no le gusta el vino, el alcohol en general… un poco rarito, ¿no?

– Qué buena idea. – dijo ella mirándome a los ojos.

-¿Té apetece un rosé? – Sugerí.

– Nada de alcohol para mí, pero claro que tú puedes empezar con ese rosé. Yo me voy a  tomar un té. Tienen unos tés muy ricos aquí.

– Ajá… yo también… me tomaré un…te.- ¿Té? ¿Está de coña? ¿Té? Vale que es temprano pero es una cita… ¿no?

– No tienes que, tómate un vino.

-Un té suena… bien – Claro que quizás esto sí sea una  cita y ella  es… rara. ¿Qué fue lo que dijo Claudia cuando nos presentó?…

-Tómate un vino.  Entiendo que un té no te parezca tan interesante un jueves por la noche.

Acabé tomando un vino muy caro y demasiado dulce para mi gusto, pero que dije que estaba buenísimo. Dije muchas otras cosas que no eran ciertas para llenar los huecos que ella iba dejando.  ¿Por qué? Porque a ella le parecía bien hacer pausas en la conversación, ¡pausas! Es decir, quedarse en silencio… sentía mi corazón latir tan rápido que llegué a pensar me lo iba a escuchar en uno de eses huecos llenos de silencio.

Una ci… La primera cita con ella. Me gusta mucho, pero a ella no le gusta el alcohol.  ¿Por qué? Espero que no sea musulmana, nada de religiones conmigo. Eso de curas, dios, verdad absoluta… no, no es mi rollo. Tiene rasgos árabes. No quiero que me guste una musulmana, eso sería complicado. Supongo que podría decir algo como “Así que nada de alcohol…” No.  La  haría sentir incómoda. Es una pregunta incómoda. A mí hasta la silla me parece incómoda si pienso en sacar el tema.

-Te puedo preguntar por qué…

– ¿Os habéis decidido o necesitáis más tiempo? – dijo la camarera… británica debía de ser… menudo timing. Se ha quedado sin propina.

– Sí, ya estamos – dijo mi chi..ci..t..amiga – Yo quiero…

Pedimos de cenar y de beber. Ella pidió agua mientras que yo quería la carta de vinos… y saber si era musulmana, quizás solo sea rarita y ya, una geek que no  puede tomarse un vinito un jueves por la noche. Es tan linda… tan dulce.  Tiene que tener algún defecto muy gordo, algo que no encaje conmigo.  Es tan guapa… ¿Cuál sería el problema si fuese musulmana?  Sé bien que puede ser musulmana y gay a la vez…y esto sí que puede ser una cita.

¿Qué pasa si fuma? me importa demasiado mi salud para salir con una fumadora.

-¿No te gusta el vino?…

-¡Me encanta el vino! Suelo tomar blanco pero no hay nada mejor que un buen tinto. Amargo.

-Pero… entonces… estás… ¿embarazada?

-No, no, seguro que no- dijo entre risas. No carcajadas, sino una risa muy dulce…¿”dulce”? ¿He dicho “dulce”? ¿¡Qué me está pasando!? – El vino y el queso hay que aprender a disfrutarlos -continuó, llenando ella esta vez el silencio -apreciar su sabor. Para mí el tinto fue todo un reto por eso es mi favorito. ¿Sueles tomar rosé?

-Yo … la verdad …es que creo que lo que más me gusta es… escuchar el consejo de alguien que sabe más que yo. ¿Qué me recomiendas? Que si vuelve la camarera y aún no me he decidido, se va a enfadar. ¿Me enseñas a apreciar un buen vino?

-Sí… claro… pero quizás en unas semanas. He estado entrenando mucho para una competencia, amateur, pero aún así, es importante.

Era por eso…

Hablamos de deporte y gimnasio hasta que el vino llegó a la mesa. Me gusta cómo habla, con un tono de voz ni muy agudo ni muy grave, y con calma… sin apurar las palabras. Dándoles espacio para que bailen y transmitan todo lo que puedan.  Ella las hace libres mientras que a mí se me atragantan.

– Me gusta. Creo que fue la elección correcta. -dije y esta vez fui sincera.

-Sí, es un buen vino- dijo al coger la botella y leerla de nuevo. Le había echado un vistazo de reojo mientras la camarera me la enseñaba al dejarla en la mesa. Comenzó a contarme sobre uvas y cosechas, años y cosas de esas… parecía saber de verdad de lo que hablaba. Antes de terminar con ese primer vaso de vino tinto me di cuenta de que me podía enamorar de ella… si me atrevía a perder el miedo, claro.

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